Este reflejo hace que el bebé, estando tumbado boca arriba, extienda el brazo y
la pierna del lado hacia el que gira su cabeza. El brazo y la pierna del
lado contrario se mantienen flexionados. También se denomina a este
reflejo “de espadachín” porque la postura del niño lo recuerda.

Antes
del nacimiento hace que el bebé esté en constante movimiento y es
causante de las “pataditas”. Desarrolla en el feto su tono muscular y su
sentido del equilibrio. Ayuda al bebé a nacer y el parto, a su vez,
hace que se refuerce este reflejo y su evolución sea la correcta (existe
riesgo de que no sea así en casos de cesárea o parto asistido por
fórceps).
Este reflejo aumenta el tono muscular del recién nacido
a través del movimiento que provoca en éste, y le impide mantener la
cabeza hacia el colchón cuando está acostado boca abajo haciendo que
gire la cabeza hacia un lado y pueda siempre respirar fácilmente.
Ofrece las primeras experiencias del bebé en su coordinación óculo-manual puesto que el niño mira la mano que extiende.
El
RTAC hace que el cuerpo actúe en sus dos mitades simétricas, activa un
lado del cuerpo o activa el otro. Esta es la razón principal por la que
este reflejo debe madurar e inhibirse a los seis meses, pues el cuerpo
del niño y su cerebro deben empezar a funcionar conjuntamente como una
unidad. Mientras el RTAC esté activo, las dos mitades del cuerpo
actuarán por separado, como si existiese una línea divisoria invisible
entre ambas.
Un RTAC activo impedirá, por ejemplo, que el niño se
arrastre y gatee en patrón cruzado (el brazo derecho se mueve a la vez
que la pierna izquierda y viceversa), perdiéndose así la oportunidad que
ofrecen estos dos ejercicios de desarrollar la comunicación entre ambos
hemisferios, que tan necesaria resulta posteriormente, entre otras
cosas, para poder leer y escribir con eficacia.
Dificultará en el
niño el cruce de la línea media de su cuerpo, por lo que no podrá coger
y manipular objetos con una mano y pasárselos a la otra. A la larga
incidirá en una mala lateralización impidiendo que el niño se desarrolle
como totalmente diestro o totalmente zurdo. Un hecho que de nuevo,
incidirá en la lectoescritura y en cómo concibe y se mueve el niño en el
espacio que le rodea. Éste puede mostrarse torpe y patoso tanto en el
movimiento como en sus tareas escolares.
Los movimientos oculares
también se verán afectados por la imposibilidad de cruzar la línea
media y no habrá un ojo dominante que dirija estos movimientos para que
el seguimiento de un objeto móvil o la lectura de una línea escrita se
realicen con fluidez.
En el aula, al niño con RTAC activo le
costará mucho esfuerzo escribir pues cada vez que gire su cabeza hacia
el lado derecho, si es diestro, su brazo derecho tenderá a extenderse y
su mano a abrirse, con lo que es posible que el lápiz se le caiga una y
otra vez de la mano. Para evitarlo tendrá que realizar un esfuerzo
adicional, agarrando incorrectamente el lápiz o realizando una presión
excesiva al escribir. Esto supondrá un
trabajo
de escritura que no llegará a automatizar y que requerirá gran parte de
su energía y atención, por lo que no podrá centrarse en la comprensión
de lo que escribe o en la calidad de una redacción.
Para
compensar este reflejo, es probable que gire la hoja 90º cuando escribe,
de esta forma puede hacerlo con el brazo más extendido y además, evita
tener que cruzar la línea media corporal al escribir.
El RTAC afecta de varias maneras las destrezas para leer y escribir, hasta el punto de poder afirmarse que este reflejo prácticamente nunca está integrado en los niños que padecen dislexia.
El
reflejo tónico simétrico cervical (RTSC)
puede tener también serias consecuencias en el aprendizaje del niño.
Este reflejo aparece sobre los seis meses de vida, por lo que no es
exactamente un reflejo primitivo. Tampoco es un reflejo postural pues
dura tan sólo unos
pocos meses antes de inhibirse. Hace que el niño se ponga sobre sus
cuatro apoyos de manos y rodillas tras haberse arrastrado. Cuando la
cabeza se flexiona, los brazos también lo hacen

y
las piernas se extienden. Por el contrario, al extender la cabeza hacia
atrás, los brazos se estiran y las piernas se doblan. Así el niño
realiza el característico balanceo hacia delante y atrás antes de
soltarse a gatear. Este reflejo tiene el objetivo de preparar al niño
para el gateo y desaparece cuando éste se hace presente.
Cuando
el niño se salta la etapa del gateo, es muy probable que este reflejo
siga presente. Y cuando lo está y no se llega a integrar, al niño le
resultará muy difícil gatear. En lugar de hacerlo en patrón cruzado,
como sería de desear, es posible que culee, que se desplace sobre manos y
pies en lugar de apoyar sus rodillas, o que pase de estar sentado a
ponerse de pie directamente.
El RTSC tiene una gran incidencia en
el desarrollo visual, por lo que los niños con este reflejo activo
suelen sufrir de un deficiente sistema visual con una pobre visión
binocular, y problemas para enfocar a diferentes distancias. Esto
dificultará las tareas de lectoescritura.
Serán además, niños torpes, con problemas para coordinar sus movimientos y el trabajo conjunto del ojo y la mano.
El
RTSC está presente en un gran porcentaje de niños con dificultades de
aprendizaje y déficit de atención con o sin hiperactividad.
De
nuevo la falta de control postural será evidente en la manera en que el
niño se sienta en clase. El niño con RTSC activo es aquel que se “tumba”
en la silla estirando las piernas, o se tumba sobre el libro, engancha
las piernas alrededor de las patas de la silla, se pone de rodillas
sobre la misma o sentado sobre sus piernas dobladas… También puede
trabajar de pie… Si este reflejo sigue presente junto al RTAC, como
suele ser frecuente, entonces tenemos más posibilidades de que a este
niño se le diagnostique una hiperactividad.
Rosina Uriarte
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